lunes, 25 de abril de 2011

Guanacaste, Junquillal

El viaje, sinceramente, no empezó con buen pié.
Nada más llegar a la cocacola (un barrio de San José), el hombre que vendía los billetes de bus nos engañó. Según él, la última parada era Junquillal y al final resultó que el bus terminaba en Paraiso, 4 km antes, aún así nos montamos y dejamos en manos del destino el llegar o no.
Al bajar del bus me quedé boquiabierta, estábamos en medio de la nada, en un sitio que no conocíamos y era de noche. Mi angustia duró 5 minutos, el tiempo que tardó un coche en parar y darnos un "ray" hasta Junquillal, él mismo nos recomendó que fuéramos a casa de un matrimonio que por sólo mil colones (1.40 euros) te dejaban montar la tienda en su finca y que además tenían baños y duchas, es decir, un camping improvisado. No teníamos ningún plan concreto de a donde ir, así que decidimos que esa sería la mejor (y única) opción. Al llegar allí muy amablemente nos atendieron y nos ayudaron a montar la tienda, éramos los únicos que estábamos en el camping. Los dueños nos dieron de cenar, estábamos hambrientos del viaje. Disfrutamos de una agradable cena con los dueños y sus hijos.
A la mañana siguiente muy temprano nos pusimos en marcha, queríamos ver todas las playas que nos habían recomendado en la cena. Si el paraíso aún existe, nosotros ayer tuvimos la suerte de disfrutar de un trocito: playas vírgenes en las que solo se escuchaba el sonido de la naturaleza. Pájaros, insectos, viento y olas rompiendo en la orilla creaban una melodía mágica que te envolvía e incluso te transportaba. A la vez que paseaba por la playa me pregunté como sería todo cuando el ser humano aún no existía, como olería todo, como serían los sonidos, lejos de los sonidos producidos por el hombre, lejos de la contaminación total en la que vivimos, demasiado complicado de imaginar, ¿verdad?, pues yo, ayer, paseando por esas playas me pude hacer una pequeña idea.
Por si fuera poco, al final de una de las playas (Playa de las Brisas) el mar se continuaba con un río (Río Estero) y si seguías caminado podías ver manglares. Nos bañamos durante casi una hora, no había nadie, toda esa naturaleza era solo para nosotros.
A la hora de comer volvimos al camping. Descansamos media hora y nos fuimos a ver las playas del otro lado, caminamos bastante, pero mereció la pena. Vimos el atardecer en Playa Blanca. He visto muchos atardeceres, pero os juro que ninguno como este. Los colores del cielo y la bola de fuego enorme, realmente me impresionaron, sabía que quizá tardara mucho tiempo en volver a ver el atardecer en esa playa o quizá nunca lo volviera a ver. Cuando haces y vives las cosas sabiendo que quizá sea la última vez que las hagas, todo es más bonito, todo es magia, lo pequeño es lo más grande y es aquí y solo aquí ,cuando realmente disfrutas de las cosas: cuando vives intensamente, porque ¿qué es, sino, la vida, más que un pequeño conjunto de cosas sencillas, únicas e irrepetibles, ordenadas cronológicamente? Creo que ese atardecer marcó un gran punto de inflexión en mi vida; me encanta este concepto "punto de inflexión", no he tenido muchos, pero los que he tenido, han cambiado mi destino para siempre.
Cuando cayó el sol volvimos al camping, era el cumpleaños de la señora e iba a hacer una pequeña cena y quería invitarnos, creímos que sería bonito tener un pequeño detalle con ella, así que le tejí una pulsera de hilo con una piedra azul que le gustó mucho. Después de una cena amenizada por el humor "tico" de un amigo de la  familia, nos fuimos a dormir, ya no teníamos ni fuerzas para ir a tomar una cerveza mientras mirábamos las estrellas, como teníamos previsto. A las 4:30 am teníamos que despertarnos, el bus salía a las 5:30, se adelantó un poco y tuvimos que irnos rápidamente dejando el té, a penas empezado en la mesa y despedirnos más rápido de lo que nos hubiera gustado. Salimos corriendo hacia el bus y cuando nos estábamos sentando salieron los dueños con nuestros tés en unos vasos de plástico. El bus se puso en marcha, las ventanillas iban abiertas y el aire me daba en la cara, nos dijimos adiós por última vez con la mano.
Esa gente nos había tratado como miembros de su familia, nos habían cuidado, atendido y dado cariño durante esos dos días, nos dieron de comer la misma comida que ellos en la misma mesa que ellos y cuando uno está tan lejos de su familia, son cosas que te llegan al corazón...
El bus siguió su camino dejando atrás todo eso, eran las 5:30 de la mañana de un lunes y en unas cuantas horas debíamos entrar a trabajar....

"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante"   (Oscar Wilde)











































jueves, 21 de abril de 2011

Semana ¿Santa?

....¡Y tan santa! Aquí en Costa Rica el jueves y el viernes está prohibida la venta de alcohol en todos los establecimientos. Ya me lo habían comentado, pero la verdad que se me pasó por alto, hasta que después de dar varias vueltas por el supermercado, en busca de unas latas, me decidí a preguntarle a un reponedor dónde las habían puesto y él, muy amablemente, me dijo que hasta el sábado no se vendía alcohol. ¿Ni si quiera cerveza? le pregunté. Pues sí, ni si quiera una cerveza. Y con estas, me compré una botella de agua y un helado y me fui de Cartago a San José.
La ciudad de Cartago es muy parecida a Heredia, me encontraba allí porque el plan principal era visitar el Jardín Botánico de Lankester, pero que al final estaba cerrado por ser Semana Santa, así que finalmente nos fuimos al parque de La Sabana a pasar la tarde. Después de un mes aquí yo aún nunca había ido, lo había visto desde el bus, pero jamás me había adentrado en semejante parque, más de 70 hectáreas recogen diariamente a una multitud de gente que va allí en busca de tranquilidad o para pasar un buen rato.
Cancha de fútbol, pista de patinaje o pista de atletismo son algunos ejemplos de las zonas deportivas que allí hay, y no solo esto, hace a penas un mes se ha inaugurado allí el nuevo Estadio Nacional. Pero yo pienso que lo que lo hace especial es el gran lago que tiene. Tirarse al fresco bajo un árbol cerca del lago a leer un libro es una gozada, siempre y cuando la lluvia no te pille desprevenido y te obligue a cobijarte debajo de la caseta de los baños.