lunes, 2 de mayo de 2011

Voluntariado en Liberia

Esta iba a ser la primera vez que salía de "gira" con mi grupo de voluntariado. No se porqué pero no me había preocupado a penas de mirar en el mapa a dónde íbamos, simplemente preparé la mochila y me fui a la parada de bus en San José dónde me junté con dos voluntarios más que no conocía.
Tomamos el autobús a las 7pm. Hicimos la primera parada, aproveché para ir al baño. Me mojé el pelo, hacía demasiado calor. Al salir me fui a sentar a un banco que estaba cerca del autobús. No hicieron falta ni dos minutos para advertir que todos los pasajeros se encontraban conspirando contra el conductor. El enojo de los pasajeros se debía a que el comedor del bar de la parada estaba cerrado para todos, excepto para el mismo conductor y mientras este cenaba tranquilamente, los pasajeros llegaban a dos conclusiones, la primera: el conductor tenía que hacer por obligación otra parada para que el resto pudiera cenar. La segunda: el conductor era un "huevón". Ya una vez dentro del autobús, las quejas y faltas de respeto no cesaban. La situación se iba poniendo cada vez más tensa. Media hora más tarde el señor conductor hizo otra parada para contentar a los hambrientos pasajeros, pero curiosamente ahora ya nadie tenía hambre y ninguno quiso bajar. ¡Estas perdonado!- dijo alguien en voz alta y el resto se rió. El conductor, en silencio, arrancó, ya todos se habían calmado. Cerré los ojos y cuando me volví a despertar ya habíamos llegado.
¡Qué curioso animal el ser humano!, nos encanta quejarnos por todo y buscar culpables a nuestros propios problemas interiores de insatisfacción hacia todo lo que nos rodea. Crear problemas dónde no los hay y luego hacer como si no pasara nada. Porque en realidad, casi nunca pasa nada y todo nos lo acabamos creando nosotros y nuestra condición humana, de la cual nos es imposible despojarnos en este mundo material en el que vivimos, y que muchas veces nos lleva a cometer actos absurdos.
La finca en la que íbamos a trabajar se llama horizontes y nuestra labor consistiría en prestar ayuda en el vivero. Nos repartimos las habitaciones, al entrar en la mía vi un gueco (pequeño réptil) atravesando rápidamente toda la pared. Recordé que una vez me habían dicho que los guecos en las habitaciones traen buena suerte. Sonreí.
Me despertó el mugir de las vacas a las 5:30 de la mañana, A las 6:00 debíamos estar en el vivero. El trabajo de campo fue duro y el calor no puso nada de su parte. Por la tarde el encargado nos llevó en pick up al río (Río Tempisquito). Nos contó que en la parte honda había cocodrilos, pero que lo normal era que se alejaran ante la presencia humana.
La vuelta a la finca fue increíble, de repente me encontraba montada en un pick up con 4 desconocidos recorriendo kms de bosque seco con el atardecer en frente y el aire caliente azotándome en la cara. Nadie decía nada, pero todos sabíamos que estábamos a gusto y simplemente disfrutábamos el momento.
Acabamos de ver el atardecer subidos a una torre de 20 metros, yo solo fui capaz de subir 10 metros. No se que me está pasando en este país con los atardeceres pero os juro que este también fue increíble.
Después de cenar me sucedió la experiencia más mágica que me ha pasado en toda mi vida. Ya era de noche y me había quedado yo sola en el comedor hablando con la cocinera. Me tenía que cruzar la finca para llegar a las habitaciones. Iba caminando despacio porque no se veía nada y así de paso miraba las estrellas cuando de repente vi una luz verde fosforita. Era una luciérnaga.¡ Qué bonito! pensé y como embrujada por esa luz brillante y parpadeante en la oscuridad decidí seguirla. Caminé 20 metros detrás de ella y entonces sucedió: la luciérnaga me llevó bajo un árbol enorme en el que había cientos de luciérnagas más volando y brillando en la oscuridad. Eran como hadas del bosque que juguetonas se me acercaban y me rodeaban. Me quedé allí parada durante un rato, con los ojos abiertos como platos viendo como en la oscuridad de la noche cientos de luciérnagas parpadeantes se movían. No hay palabras lo suficientemente bellas como para describir este momento, porque esto sí que era mágico y la magia solo existe en los ojos de quien mira...
Me fui a la habitación super feliz, me acosté en la cama y volví a ver al gueco atravesar la pared, ¡vaya! si que he tenido suerte, pensé. Volví a salir de la habitación, quería volver a verlas. Corrí hacia el árbol, pero ya no estaban. Fue un momento único. Desee haberlo compartido con alguien, pero lo cierto es que estaba ahí sola. Recordé que una amiga una vez me dijo que de nada sirve tener muchas cosas si no tienes con quien compartirlas, ¡y qué razón tenía!
A la mañana siguiente hicimos los últimos trabajos en el vivero, nos despedimos de la gente y nos fuimos.
Prometí que en algún momento de mi vida volvería....


"El que no cree en la magia nunca la encontrará"(Roald Dahl)























el árbol de las luciérnagas